viernes, 11 de octubre de 2013

¿Cuánto vale el placer?

Un coche deportivo de un color vibrante... Un piso con unas vistas espectaculares donde ver ponerse el sol... Un reloj vintage con algunas piedras preciosas... Un viaje a Bali con masaje incluido...

Eso es lujo, es exclusividad, es el placer que nos venden para hacernos soñar, y al que sólo se puede hacer desembolsando una cantidad importante de dinero. Para bolsillos más modestos, placeres recomendables podrían ser una cena con nuestra pareja en un restaurante bonito, un viaje a Londres a ver a ese amigo que emigró de España, un circuito spa con las amigas, o unos muebles monos para nuestro pisito nuevo.

Yo de placeres entiendo, porque a veces no hago más que pensar en ellos (ufff... mucho más que en el trabajo), de hecho me cuesta entender que hay personas a las que les cuesta darse un capricho... En mi caso, ¡casi que me tengo que obligar a no dármelos!

En estos momentos, me estoy obligando a una cierta austeridad (vamos, más que meses atrás) porque me he quedado sin trabajo y tengos gastos próximos importantes. Y a pesar de eso, hoy he tenido un momento de un inusitado placer. De una exhuberancia y una vitalidad tal que me ha sorprendido. Quizás el hecho de que no lo esperara ha hecho que esta sensación fuera más intensa. Y es que hoy he pasado un rato de puta madre (para entendernos, qué tanto placer exhuberante ni qué ocho cuartos) por 1,20 €, tomando un café en un parque con una amiga, y hablando de la vida y el amor, y el futuro, y emprender, y ser adultas.

via Annapolis & company


Pongámonos en situación. Estos días de octubre están siendo un regalo. Debería hacer más frío, quizás cielos nublados, quizás lluvias. Y sin embargo, a las doce de la mañana luce un sol arrollador y hace un calorcito tan rico que todavía se puede disfrutar de una buena terraza. Estaba con una amiga en la bibliotec, y a media mañana hemos decidido hacer una pausa para tomar un café. Nos hemos ido al parque que hay justo al lado, en cuyo centro está la terraza donde nos hemos sentado y hemos pedido un buen cafecito a un muy buen precio. Sí, vivir en una ciudad pequeña tiene sus grandes ventajas, distancias cortas, precios bajos, simplicidad.

No sé si ha sido el subidón por habernos puesto al sol en marga corta a mediados de octubre, las ganas de compartir un montón de cosas que hemos comenzado estos meses (septiembre siempre ha sido el mes de los nuevos proyectos), el ansia de desconectar de los estudios o la cafeína del café que nos ha revitalizado la mente, pero el caso es que ha sido un momento tan vital y tan perfecto que se nos han pasado 45 minutillos de descanso cafetero en un suspiro.

En ese momento me he dicho: dios mío, ¿cómo he podido trabajar en casa sin salir durante tanto tiempo? ¿Y por qué no hago esto más a menudo? Me gusta la vida online. Pero joder, la vida offline en un día como hoy, no tiene ni punto de comparación.

Un café al mediodía, sol, un parque bien cuidado, un descanso en el estudio, compartir, hablar y escuchar, con el respaldo de una buena amistad y un momento guay de "no-problemas", espíritu emprendedor y vitalidad, todo eso por el módico precio de un euro con veinte... Definitivamente, ni el placer, ni el glamour, son caros.

Lo sé, y me lo he repetido muchas veces, y lo escrito aquí para no olvidarme: tengo que salir más. Salir me da vida. Quedar con mis amigas me da vida. Por el momento, no necesito sitios exclusivos y lejanos, ni tentempiés caros, ni planes muy organizados, ni masajes con esencias florales para relajarme. Necesito mañanas de biblioteca. Cafés al sol. Bares. Charlas emocionantes y ligeras.

Os animo a encontrar esos placeres exhuberantes (o esos ratos de puta madre, como prefíráis), en un pequeño plan del día a día. Y para los que aún estamos en España porque la crisis aún no nos ha hecho emigrar al extranjero (a saber qué pasará mañana), que aprovechemos estas dos cosas para las que, lo siento, no tenemos competidor: sol en octubre y bares por doquier.

Good afternoon!